La antigua estación ferroviaria de Cádiz alberga desde hace
una década el mercado Puerta de la Carne como consecuencia del lamentable
estado que presentaba y presenta el edificio que Gómez Millán y Lupiáñez Gely proyectaron
en 1927. Por este motivo, ese nuevo emplazamiento, en su día, fue muy valorado
por muchos ciudadanos, pero siempre con un halo de provisionalidad –aunque todos
sabemos el verdadero significado que esta palabra tiene en nuestra ciudad. Sin
embargo, desde el obligado exilio de esos placeros, el vanguardista edificio
del mercado de abastos sigue abandonado a su suerte. La Unión Europea, por
aquel entonces, podía destinar fondos para su rehabilitación siempre y cuando
el inmueble siguiera conservando su primitivo uso. Hoy día, entre la desidia de
los munícipes que nos han gobernado y nos gobiernan y la falta de voluntad de
los placeros, el retorno al viejo edificio situado junto al puente de San Bernardo
se antoja una quimera, de modo que tenemos un histórico inmueble en ruina –como
tantos y tantos otros- y una antigua estación que podría tener mejores usos
después de apostar por su conservación.
Es obvio que los placeros no se encuentran del todo mal en
este enclave –provisional, no olvidemos- pero su ocupación allí impide otras
dotaciones para la ciudad. Es lógico, también, que la rehabilitación de ese
mercado, respetando el edificio en el que se asentaba, debería realizarse
acorde a los nuevos tiempos y estar sujeta a criterios de funcionalidad para mayor
comodidad de clientes y comerciantes.
Por otra parte, la estación de Cádiz podría acoger una
moderna instalación deportiva con una pista multiusos o piscina bajo su enorme y
férrea cubierta, así como gimnasios, pistas de pádel, salas de aeróbic y otras áreas
administrativas en las dependencias de su fachada principal y que otrora fueron
las zonas destinadas a venta de billetes, facturación de equipajes, consignas…
En definitiva, una decidida apuesta por el modelo adoptado en
la antigua estación de Córdoba en cuanto al fondo: respeto de la arquitectura
original en la medida de lo posible y nuevos usos en su interior. De este modo,
y de manera complementaria, la ciudad recuperaría dos importantes edificios;
los placeros contarían con modernos puestos y podrían ofrecer un mejor servicio,
y los vecinos de la Enramadilla, San Bernardo y del Prado contarían con mejores
equipamientos sociales. La antigua estación también podría albergar desde un colegio
o instituto a un centro de salud pasando por dependencias municipales e incluso
una biblioteca, tras el desafortunado intento de levantar una en El Prado de
San Sebastián. Seguro que ideas no faltan; ahora bien, de ahí a que alguna se
materialice dista bastante. En Sevilla y con lo que ha llovido, no tengo la
menor duda.
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