En los aledaños de San Lázaro, cerca de ese espacio verde –que
no sabría definir con exactitud- junto al tanatorio de la SE-30 y el
asentamiento del Vacie existía una pequeña valla institucional. Estaba situada a
la vista de los conductores de la ronda urbana norte y tenía el siguiente lema:
Sevilla, ciudad medioambiental. Recuerdo incluso el sencillo logo que
acompañaba esa leyenda y que, en un alarde de imaginación, representaba el
azahar. Esa vieja valla, que siempre me ha llamado la
atención por su perdurabilidad, sigue en pie, pero sería conveniente reconvertirla –no está el
patio como para ir tirando cosas- porque, en mi opinión, no merecemos ese calificativo.
Seamos honestos. Un jardín reabierto hace tres años, con una
inversión de 2,5 millones de euros, con cerca de 600 especies procedentes de
una veintena de países y que presente un importante estado de abandono es para preocuparnos
y para reflexionar. Las fotos publicadas en El Correo de Andalucía hablan
por sí solas. Quien allí acuda podrá comprobar que existen carteles
explicativos borrados, basura, ramas caídas y mal olor en los estanques. Me
refiero, claro está, al Jardín Americano ubicado en la isla de La Cartuja. Y lo
peor de todo, que llueve sobre mojado porque tras la Expo 92, este amplio
recinto, que se extiende desde el Auditorio hasta el Pabellón de la Navegación,
cayó en desgracia hasta el punto de que perdió 400 especies.
En el otro extremo estaría el denominado parque de Blancanieves,
a la espalda de la Plaza de España, abandonado en la década de los 90 y
recuperado por la escuela de jardinería de Forja XXI. Este jardín didáctico, de
colecciones y de educación ambiental alberga 450 especies procedentes de todos
los continentes e incluso algunas de ellas, autóctonas y en peligro de
extinción. Si no lo han visitado, permítanme la recomendación. No faltan las
pérgolas, estanques y albercas de acuáticas, pero, sin duda, son otros
elementos singulares los que llamarán su atención, como un pequeño laberinto de
cipreses que encierra un poste con casitas para aves o una estructura de palés
habilitados para acoger fauna silvestre, así como los murales y juegos de mesa
realizados en cerámica que se conservan del antiguo jardín Blancanieves.
Hace poco se inauguró el
parque Vega de Triana. Un “pulmón verde” –conocido también como Charco de la
Pava- que ha costado 18 millones de euros. ¿Correrá la misma suerte que el
jardín americano?
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