viernes, 15 de febrero de 2013

¿Por qué lo llaman eficiencia..?

Eficiencia y eficacia son términos similares, pero no significan lo mismo. Este último alude a la consecución de una determinada meta mientras que con el primero hacemos referencia al logro del objetivo planteado utilizando –aquí está el matiz- el mínimo de recursos económicos, humanos, materiales e incluso de tiempo. Esta aclaración viene al hilo de la siguiente noticia: El Ayuntamiento de Sevilla estudia reclamar entre cuatro y cinco millones al arquitecto del Metropol Parasol. Considera Urbanismo que Jürgen Mayer es “responsable del sobrecoste de las setas”. Dejando el populismo que pueda tener este anuncio, su utilización como cortina de humo y el grado de responsabilidad que tenga el arquitecto alemán –si la tiene- me causan sorpresa algunos editoriales en prensa que ponen el acento en la idoneidad del proyecto por el dinamismo económico que ha provocado en la zona –situación que pocos podremos negar-, antes que en la denuncia de ese sobrecoste. Sin embargo, opino que el mensaje que debería primar en la sociedad (medios incluidos) sería el contrario, es decir, su extraordinaria desviación económica (el presupuesto era de 51.2 millones de euros y al final el coste fue de 102 millones), por encima del resultado de la obra, que con más o menos detractores ahí está. Si me lo preguntan, les diré que hubiese preferido otra ubicación. Quizá en el muelle de Nueva YorK –adaptando el proyecto, lógicamente- junto al futuro acuario, la noria que se levantó en su día en El Prado de San Sebastián y con zonas de ocio y restaurantes tendría más adeptos. Algo similar, salvando las distancias, al complejo turístico de Londres junto al Támesis, con la London Eye como principal referencia. Pero... ¿Por qué entonces existe interés en justificar una iniciativa por encima de todo y apartar el tema económico del foco de la noticia? Si esta forma de actuación de nuestros dirigentes políticos –con más o menos simpatías entre el electorado- va calando entre los ciudadanos y se ve como algo normal, mal vamos. Si lo realmente importante y por encima de todo es la revitalización de un espacio o el desarrollo económico para un sector, al final avalaremos esos dispendios. Si se banaliza el gasto en un proyecto como las “setas” de La Encarnación (50 millones de sobrecoste) no deberíamos criticar, pongamos por caso, la partida destinada al alumbrado navideño, que, por cierto, fue excesiva. En el día a día de la gestión municipal nos encontramos con críticas que tienen poco que ver con la estética o la funcionalidad de una iniciativa y mucho con el color político de quien gobierna. Nos perdemos en debates más o menos estériles y olvidamos que al final hay que pagar una factura y que puede salirnos muy cara.