lunes, 18 de marzo de 2013

Un pregón con aires renovados

Apenas han transcurrido 24 horas desde que Francis Segura abandonara el atril del Teatro de la Maestranza y me queda ese agradable poso de su pregón. Mantengo intacta esa grata impresión que me dejó en aquel instante su extraordinaria y valiente puesta en escena -quizás con sobreactuación en determinados momentos- y el soplo de aire fresco que ha aportado a un acto que había caído en franca decadencia.
Se le notaba muy seguro días atrás en las entrevistas concedidas e impaciente ese Domingo de Pasión -solo basta recordar cómo se levantó un segundo después de escuchar la última nota musical de Amarguras-.
Un texto notable del que podrán discutir, como siempre, su calidad literaria, pero que abordó temas de toda índole y calado y que, intercalados convenientemente, evitó el tedio al que muchos de sus antecesores en la palabra en los últimos tiempos nos tenían acostumbrados. Ni un sermón en toda regla, ni una obra excelsa, pero sin "pellizco" ni una alocución repleta de ripios y recurrentes rimas sin solución de continuidad. Se trataba de pregonar nuestra Semana Santa a propios y extraños y ese privilegiado honor -en mi modesta opinión- lo consiguió con creces.
Desde luego, el pregón no se hizo largo; seguro que muchos no tuvieron la tentación de mirar el reloj. Contribuyó, sin duda, el ritmo acelarado y constante que le imprimió al texto desde el inicio. Ya en su presentación, en el saludo a las autoridades civiles y religiosas, se presagiaba que algo distinto iba pasar.
Algunos pasajes motivaron risas entre los asistentes por la comicidad de la situación y por la forma de contarlo, como el episodio de Herodes, "que a pesar de su trono y su corona en realidad no manda nada y está ahí en el paso porque hace falta" (sic). Pero hubo de todo y para todos. Extraordinaria defensa de los jóvenes dentro de las hermandades y, por ende, de la Iglesia, poniendo el foco en el Cristo del Cachorro y en las pasadas JMJ de Madrid. Digno de admiración su alegato a las hermandades de vísperas, a las que citó una a una, como hizo con los distintos barrios de nuestra ciudad. Elogiables las bellas palabras dedicadas a Santa Marta y a la Virgen de las Angustias. Portentoso el credo con la reina de San Gil. Estremecedor el capítulo dedicado al Señor del Gran Poder, "el "Jesús de los pobres". Emotivo el pasaje que Francis Segura dedicó a un hermano suyo de la Divina Pastora y Santa Marina (ideó el hastag #ánimoGuille) que está enfermo.
La Iglesia, con su nuevo Papa al frente, también centró la atención del pregonero, que se encontró muy cómodo durante su alocución, y puso el acento en la necesidad de un clero renovado. "La Iglesia debe resucitar", sentenció.
Exultante, cerró su pregón con la Amargura, su otra hermandad de penitencia junto a Los Javieres y San José Obrero, que se estrena el próximo Sábado de Pasión (toda la suerte para ellos en esta nueva andadura). Su atrevido texto ha  marcado el camino y ha dejado claro -"el que quiera oír que oiga"- que las hermandades no pueden parapetarse en la tradición para permanecer en el inmovilisimo que nos ha acompañado durante siglos, y que es necesario, de vez en cuando, un soplo de aire fresco en nuestros estamentos. No se trata de cambiar por cambiar sino de adaptarnos a los nuevos tiempos. Effetá.