lunes, 29 de abril de 2013

Periodismo de militancia


Podría haber utilizado en esta entrada otro título:“De qué lado queremos estar los periodistas”, con permiso de Olga Rodríguez, que nos propone en eldiario.es un interesante tema de debate. En su artículo se pregunta qué pasaría si la mitad de los periodistas que cubren información política no acudiera a una rueda de prensa sin preguntas; qué beneficios tendría que los compañeros reivindicaran su maltrecho derecho a repreguntar si su interlocutor no contestara a su primera cuestión y qué consecuencias tendría que los periodistas mencionaran en esas convocatorias aquellos asuntos que sus jefes les han señalado como temas por los que no preguntar. En definitiva, como la autora subraya, debemos decidir qué función queremos tener en el actual contexto. 
De un tiempo a esta parte, se habla de manera frecuente de “periodismo de bufanda” a la hora de calificar el comportamiento de aquellos profesionales de la comunicación que, por suerte o por desgracia, realizan su labor en el ámbito del deporte y se identifican con unos colores hasta límites inimaginables. Sin embargo, no pretendo ahondar ahora en esa cuestión sino trazar un paralelismo con lo que está sucediendo –en mi opinión- en el terreno de la política.
Desde que entramos en la Facultad de Comunicación va calando el axioma de que los medios son independientes pero poseen una marcada línea editorial. Pero en los últimos años y con la irrupción de las redes sociales, el periodista a título particular defiende no solo la opinión expresada por su medio sino que va más allá y se convierte en el mejor líder posible de la oposición o en el mejor portavoz de un gobierno, según el caso. Duras críticas siempre en la misma dirección y, si acaso, algún reproche –eso sí, con tibieza, no sea que moleste- en el sentido contrario. Aplausos y alabanzas hacia el gobierno de un determinado color y defensa sin límites cuando éste se ve entre la espada y la pared. En esos casos nunca está de más recurrir a situaciones similares en el pasado con otros protagonistas, a las cansinas comparaciones entre dos formaciones políticas o el “y tú más” que repetimos hasta la saciedad y que tanto hartazgo provoca.
Todo el mundo sabe que no es lógico ni habitual morder la mano de quien nos da de comer, pero también nos enseñaron en la Universidad que la autocensura es la peor fórmula de restricción de libertad de expresión.
Cuando leo algunos comentarios de periodistas en Twitter o Facebook, tengo la sensación de que provienen de un militante, de un político o de algún responsable de un partido. ¿Es comprensible que las críticas vayan siempre, siempre, siempre en una misma dirección? ¿Es necesario poner el foco constantemente en la misma persona porque nos provoque animadversión? ¿Es conveniente defender hasta cotas insospechadas la acción de un equipo de gobierno local, regional o central? Está claro que somos periodistas las 24 horas del día y que tenemos nuestro derecho –faltaría más- a expresar nuestras opiniones como cualquier ciudadano. Sin embargo, ¿no estaremos cayendo –yo, el primero- en una especie de trampa para formar parte del juego que ellos quieren? Hagamos un sencillo experimento y veamos cómo somos capaces de encuadrar a un compañero, sin conocerle, en el medio para el que trabaja leyendo sus comentarios durante un periodo de tiempo determinado. Además, creo que tenemos una facilidad extrema para criticar aquello que no nos atañe porque está fuera de nuestro ámbito territorial. Hagamos examen de conciencia.  
Por supuesto que debemos ser siempre críticos. Pero con unos y con otros y huir de cualquier intento de manipulación para convertirnos en instrumentos de los partidos políticos. No actuemos como cómplices de manera voluntaria o indeseada de los discursos hegemónicos sino de la verdad, por molesta que sea. Nos enseñaron que debemos publicar aquello que no quieren que se publique. Un poco de autocrítica no nos vendría mal. No se trata de tirar la piedra y esconder la mano. Seamos críticos y honestos, y yo, el primero.

jueves, 18 de abril de 2013

¿Por qué no hay traslado de la Feria?


El traslado de la Feria de abril de Los Remedios a la Vega de Triana se aplaza sine die. Otro proyecto que –mucho me temo- tampoco verá la luz. Nada nuevo bajo este sol que por fin ha decidido salir. La pelota estaba en el alero de este gobierno municipal, pero el equipo de gobierno, una vez más, ha decido utilizar la táctica del patadón y tente tieso para ganar tiempo. Argumentan desde la Plaza Nueva que el coste de ese traslado a los terrenos del Charco de la Pava ronda los diez millones de euros y que no están las arcas para tal dispendio. Sí parece una elevada suma para afrontar las necesarias obras de abastecimiento, suministro eléctrico y saneamiento. Sin embargo, no debería ser el principal escollo para no celebrar la Feria en esa ubicación porque ese proyecto podría ser hasta rentable para el erario público.
¿Es lógico que como consecuencia de la Feria estén hipotecados 270.000 metros cuadrados todo un año? Sobre todo cuando existen unos terrenos de naturaleza inundable idóneos para montar una ciudad efímera. Ítem más, se podría cubrir parte de la altísima demanda de casetas y satisfacer el deseo de instituciones públicas de acceder a tan codiciado premio, y a la postre, sería una Feria más abierta. Tampoco la distancia sería un problema pues la nueva localización no dista mucho del actual emplazamiento.
Por último, aunque no menos importante, al quedar liberada esa amplia bolsa de suelo urbanizable, la ciudad podría contar con equipamientos de toda índole: colegios, centros de salud, jardines, pisos de VPO y de renta libre, instalaciones deportivas,  bloques de oficinas… En fin, ése sería otro debate. Por cierto, con la venta de parte de ese suelo se podría sufragar el traslado y, si me apuran, se obtendría alguna “plusvalía” con la que asumir el coste de los citados equipamientos sociales. Así las cosas, ¿cuál es el problema para no acometer el traslado? No tendrá nada que ver el hecho de que es un proyecto heredado…

martes, 9 de abril de 2013

¿Qué aporta este Consejo de Hermandades?

Una semana después del Lunes de Pascua, con más sosiego, un caudal informativo mayor procedente de los medios de comunicación y tras haber sido testigo directo de episodios muy concretos de esta Semana Santa, continúo sin hallar respuesta a una pregunta que ronda en mi cabeza: ¿Para qué sirve el Consejo de Hermandades y Cofradías? No hablemos más del Viacrucis de la Fe y del incesante empeño de Torreblanca de presidir el acto con su paso de misterio pese a lo acordado en San Gregorio así como su posterior órdago o de la posibilidad, más que remota, de las Siete Palabras de acudir con su Calvario al Museo.
En esta Semana Santa hemos asistido perplejos a una deplorable escena entre Los Panaderos y La Lanzada. No solo estaba en juego dilucidar quién debía pasar primero por Orfila sino si el tiempo empleado por la corporación de San Andrés fue el más adecuado teniendo en cuenta que una hermandad esperaba y había cierto riesgo de lluvia. La historia la conocen de sobra. Los Panaderos –puede que precipitadamente- decidió regresar sin prisas y con pausas desde La Campana. Al final de Cuna esperaban impacientes e incrédulos los nazarenos de La Lanzada. ¿Nadie advirtió que a esa hora debían transitar por allí? ¿Era necesaria esa concatenación de marchas tras el misterio del Prendimiento con izquierdos y costeros incluidos? ¿Apremió el Consejo lo suficiente a la Junta de Los Panaderos?.. Tensión, nervios, pitada –inapropiada y fuera de lugar-, alarmante concentración de público en un reducido espacio... Por un instante se vivieron tiempos pretéritos con actitudes desafiantes aunque, por fortuna, la cuestión no terminó con ciriazos. Y menos mal que no llovió después!.. Como siempre, todos los actores implicados eludieron y eluden cualquier responsabilidad y miran hacia otro lado. Hermano, aparta de mí ese cáliz.
El Domingo de Ramos, mientras que un miembro destacado del Consejo, como es su  vicepresidente Manuel Nieto daba su conformidad a que Jesús Despojado retomara en parte su estación de penitencia y llegara a la Catedral desde la Anunciación, donde se había resguardado de la lluvia, el delegado del día desautorizaba ese recorrido no sin antes permitir el acompañamiento musical en su recorrido de vuelta. ¿No quedamos que era un traslado?
En la Madrugá –sin duda merece un capítulo aparte-, Los Gitanos fue la gran damnificada por el parón que dejaron las dos hermandades de capa en La Campana y por si fuera poco se vio sorprendida por la lluvia cuando estaba la cofradía comprimida entre El Duque y Orfila en filas de a tres y de a cuatro para dejar el camino expedito a La Macarena. Escena repetida año tras año y sin visos de solución. ¿No podría el Consejo adoptar alguna medida?
Todo se ha dejado para la penúltima semana de abril, después de la Feria. Será entonces cuando se pongan sobre la mesa –dicen-  los informes de hermanos mayores, con sus diputados de gobierno, del Cecop, de la AEMET, etc., con ayuda de los vídeos de las televisiones locales, que, como en el fútbol, pueden ser determinantes para conocer si hubo o no infracción de la norma. ¿Cómo finalizará la historia? Pues con el típico “aquí paz y después gloria”, el deseo de aunar voluntades para que no vuelva a suceder y loas y abrazos fraternales entre pedacitos, adobos y croquetas. Si las conclusiones no van a arrojar más luz y tampoco se dirimen responsabilidades, habría que valorar si es realmente necesario contar con los estatutos en ciernes que promueve el Consejo. Imagino que la idea que calará en ese foro cofrade será la de correr una tupida tela (de damasco, por supuesto) y echar la culpa, si acaso, a los periodistas. Siempre el mensajero.