martes, 9 de abril de 2013

¿Qué aporta este Consejo de Hermandades?

Una semana después del Lunes de Pascua, con más sosiego, un caudal informativo mayor procedente de los medios de comunicación y tras haber sido testigo directo de episodios muy concretos de esta Semana Santa, continúo sin hallar respuesta a una pregunta que ronda en mi cabeza: ¿Para qué sirve el Consejo de Hermandades y Cofradías? No hablemos más del Viacrucis de la Fe y del incesante empeño de Torreblanca de presidir el acto con su paso de misterio pese a lo acordado en San Gregorio así como su posterior órdago o de la posibilidad, más que remota, de las Siete Palabras de acudir con su Calvario al Museo.
En esta Semana Santa hemos asistido perplejos a una deplorable escena entre Los Panaderos y La Lanzada. No solo estaba en juego dilucidar quién debía pasar primero por Orfila sino si el tiempo empleado por la corporación de San Andrés fue el más adecuado teniendo en cuenta que una hermandad esperaba y había cierto riesgo de lluvia. La historia la conocen de sobra. Los Panaderos –puede que precipitadamente- decidió regresar sin prisas y con pausas desde La Campana. Al final de Cuna esperaban impacientes e incrédulos los nazarenos de La Lanzada. ¿Nadie advirtió que a esa hora debían transitar por allí? ¿Era necesaria esa concatenación de marchas tras el misterio del Prendimiento con izquierdos y costeros incluidos? ¿Apremió el Consejo lo suficiente a la Junta de Los Panaderos?.. Tensión, nervios, pitada –inapropiada y fuera de lugar-, alarmante concentración de público en un reducido espacio... Por un instante se vivieron tiempos pretéritos con actitudes desafiantes aunque, por fortuna, la cuestión no terminó con ciriazos. Y menos mal que no llovió después!.. Como siempre, todos los actores implicados eludieron y eluden cualquier responsabilidad y miran hacia otro lado. Hermano, aparta de mí ese cáliz.
El Domingo de Ramos, mientras que un miembro destacado del Consejo, como es su  vicepresidente Manuel Nieto daba su conformidad a que Jesús Despojado retomara en parte su estación de penitencia y llegara a la Catedral desde la Anunciación, donde se había resguardado de la lluvia, el delegado del día desautorizaba ese recorrido no sin antes permitir el acompañamiento musical en su recorrido de vuelta. ¿No quedamos que era un traslado?
En la Madrugá –sin duda merece un capítulo aparte-, Los Gitanos fue la gran damnificada por el parón que dejaron las dos hermandades de capa en La Campana y por si fuera poco se vio sorprendida por la lluvia cuando estaba la cofradía comprimida entre El Duque y Orfila en filas de a tres y de a cuatro para dejar el camino expedito a La Macarena. Escena repetida año tras año y sin visos de solución. ¿No podría el Consejo adoptar alguna medida?
Todo se ha dejado para la penúltima semana de abril, después de la Feria. Será entonces cuando se pongan sobre la mesa –dicen-  los informes de hermanos mayores, con sus diputados de gobierno, del Cecop, de la AEMET, etc., con ayuda de los vídeos de las televisiones locales, que, como en el fútbol, pueden ser determinantes para conocer si hubo o no infracción de la norma. ¿Cómo finalizará la historia? Pues con el típico “aquí paz y después gloria”, el deseo de aunar voluntades para que no vuelva a suceder y loas y abrazos fraternales entre pedacitos, adobos y croquetas. Si las conclusiones no van a arrojar más luz y tampoco se dirimen responsabilidades, habría que valorar si es realmente necesario contar con los estatutos en ciernes que promueve el Consejo. Imagino que la idea que calará en ese foro cofrade será la de correr una tupida tela (de damasco, por supuesto) y echar la culpa, si acaso, a los periodistas. Siempre el mensajero.

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