Un edificio abandonado a su suerte y el cartel de una exposición
que se clausuró el pasado mes de julio. La combinación de ambos elementos –reunidos
por azar en una misma imagen- bien podría ser una metáfora del estado
permanente que suele caracterizar a nuestra ciudad: la hibernación.
Acostumbrada a celebrar eventos de una importante magnitud y de toda índole,
Sevilla parece empeñada en vivir de ese reciente pasado hasta la llegada de un
nuevo hito que nos dé una sacudida tanto a los ciudadanos como a sus dirigentes
políticos y que sirva para despertarnos de ese letargo. La nostalgia nunca está
de más, pero siempre en pequeñas dosis.
Ocurrió con la Exposición Universal de 1992, que supuso una
colosal transformación de la ciudad; sucedió con el Mundial de Atletismo –aunque,
como es lógico, a otro nivel- y con la final de la Copa Davis de tenis, por
citar tan solo algunos ejemplos. Sea en el ámbito del deporte, de la cultura o
de la política, Sevilla demuestra estar a la altura en cuanto a la organización.
En los meses o años previos, dependiendo de la envergadura de la empresa, la ciudad
se contagia del proyecto y la ilusión se convierte en la bandera como
consecuencia de la repercusión económica que origina esa cita por lo general: obras
de infraestructura que perdurarán en la ciudad –salvo excepciones como la
cubierta de la Davis-, empleo temporal, incremento del turismo… Sin embargo,
una vez finalizado ese evento, de nuevo nos anestesiamos.
Sevilla actúa por impulsos; necesita estímulos constantemente para mirar hacia adelante. Y más que una impresión, tengo esa certeza. Ítem más, le cuesta gestionar ese legado. Ahí está el edificio de San Hermenegildo, que otrora fue sede del Parlamento de Andalucía y en la actualidad -cuesta imaginarlo- está sin uso en pleno centro de Sevilla. En su día se barajaron diferentes opciones que no se materializaron por un motivo u otro y hoy su futuro sigue suspendido en el aire como el reclamo de la exposición de Zurbarán para asombro de propios y de extraños. Pero siempre nos
quedará la nostalgia del esplendor de ese inmueble y de una muestra que
congregó a miles de visitantes, que fue inaugurada por los Príncipes de Asturias
y de la que se habló mucho y casi siempre bien durante esos meses.