miércoles, 20 de noviembre de 2013

El paripé del reconocimiento

Ni community manager ni personal assistant ni profesional de la hostelería... Nada de eso. Habrán oído hasta la saciedad a expertos y a más de un gurú hablar de yacimientos de empleo, de la importancia de las redes sociales, de tendencias y hábitos de consumo y demás mandamientos. Pero el futuro laboral en estos tiempos difíciles pasa -al menos uno de sus caminos- por los centros de reconocimientos médicos. Sí, han leído bien. No es una idea original; han estado siempre ahí, delante de nuestras narices y no nos hemos fijado en ellos. Recurrimos solo a este servicio cuando necesitamos renovar nuestro carné de conducir u obtener una licencia de armas o un certificado médico con un determinado fin.
Acudes sin cita previa y, sobre la marcha, en un mostrador de recepción te piden el citado permiso y casi sin darte cuenta te han hecho una fotografía allí mismo. Pasas a un despacho situado al fondo del pasillo -en la puerta, un rótulo: Medicina General- donde, tras un frío saludo de cortesía -ni siquiera se levanta de la mesa- la persona que te atiende ¿médico? te formula un par de cuestiones relativas a si tienes alguna enfermedad y tomas medicamentos; profesión y si usas gafas o lentes de contacto. Un análisis exhaustivo en toda regla. Te pide que te tapes primero un ojo y luego el otro y veas un par de letras de un tamaño muy reducido situadas a unos dos metros de tu ubicación. Sin tiempo para más, te envía a otro despacho de ese mismo pasillo, que tiene en la puerta otro rótulo: Test psicotécnico. Allí otra persona recoge ese papel que ha ido de mano en mano y te pide que utilices al mismo tiempo dos volantes y "procure que el vehículo -una simple raya negra-
 no se salga de la carretera", con la dificultad de que los trazados se van diferenciando a medida que transcurren los segundos. Por cierto, los primeros videojuegos que salieron al mercado tenían más definición. Nueva anotación en ese papel y de vuelta al mostrador de recepción.
En total, no más de diez minutos empleados en superar esos exámenes y un coste de 65 euros, con los trámites que solicita la DGT incluidos -al menos te vas con esa satisfacción-. Estoy convencido de que si abonas esa cantidad desde casa y rellenas desde tu ordenador todos los impresos oficiales necesarios, la indignación sigue siendo grande por el importe de las tasas, pero ni pierdes tanto tiempo -me refiero a desplazamientos- ni se te queda cara de estupor. Lo dicho: un paripé.