viernes, 27 de diciembre de 2013

¿Existe un banco bueno?


Aún no son las nueve de la mañana y ya se han dado allí cita una veintena de jóvenes universitarios para escuchar las indicaciones de uno de los supervisores de la operación. Todos ellos llevan su camiseta ´reivindicativa´ con la que simbolizan la firma del contrato con el banco y cada uno se dispone a cumplir con el objetivo encomendado, que si bien no requiere una preparación previa, sí mucha voluntad.
De izquierda o de derecha; creyente o ateo; trabajador, desempleado o jubilado; con más o menos formación académica y con más o menos recursos económicos; de uno u otro equipo de la ciudad… Todas esas cuestiones no interesan aquí lo más mínimo. “La ideología, de puertas para fuera”, como recordaba siempre mi admirado Francisco Navarro.
La actividad en el banco es frenética y el personal, de edades muy dispares, está preparado en cada puesto porque el primer camión ya ha efectuado su entrega. En el suelo, carteles para ubicar de forma correcta los productos en sus respectivos palés. El depósito no se mide en euros sino en kilos y litros. La cinta transportadora empieza a funcionar y sobre ella ya se encuentran los primeros paquetes de azúcar, galletas, pasta o legumbres. Pero también muchas cajas de cereales infantiles y botellas de caldo y de leche. A un lado y a otro de esa cinta, los voluntarios se disponen de dos en dos para coger el producto asignado e ir metiéndolo en cajas, que son embaladas y apiladas por otros compañeros que –afortunadamente- no dan abasto. En otro extremo de la nave, un grupo monta esas cajas a un ritmo vertiginoso para satisfacer la ´demanda´. Mientras tanto, personal cualificado transporta los palés repletos de alimentos a otra nave anexa y descarga mercancía recogida en supermercados y grandes superficies tras la denominada Operación Kilo. El proceso sólo se interrumpe unos minutos por cuestiones técnicas –el rollo del precinto llega a su fin o el contenedor de alimentos se vacía y es necesario sustituirlo- o para realizar un pequeño descanso en el ecuador de la jornada, que la inmensa mayoría agradece para tomar un café y recargar las pilas.
La mercancía envasada está preparada para su reparto a los ´clientes´ de este banco, que acuden a él –en eso coincide con las entidades bancarias y las extintas cajas de ahorro- a la desesperada porque no nadie quiere llegar a esa situación.
Cuando escuchamos la palabra banco nos recorre un pequeño escalofrío por el cuerpo que va teniendo otros tintes según qué noticias nos llegue acerca de ellos. El recelo inicial puede desencadenar en animadversión. Además, por si no tuviera pocas connotaciones negativas este término, se ha creado la expresión banco ´malo´ para los activos inmobiliarios o ´tóxicos´ de las grandes entidades. Sin embargo en éste que le comento, la atención al público es exquisita, los depósitos ´rentan´ mucho, no exigen nóminas ni cobran por nada aunque el interés que piden es muy alto –apenas unas horas o días al año, la aportación que cada uno pueda realizar- pero directamente proporcional a la satisfacción personal.